lunes, 19 de marzo de 2012

EL CUERPO COMO SIMULACRO DE LA DISTANCIA POR OMAR SOTO M.



Ni huida ni persecución, toda velocidad quedo reducida a un sistema de engranajes o poleas y palancas del primer grado; también a contracciones musculares o secuencias eléctricas dentro del sistema nervioso; sístoles y diástoles en el sistema cardiovascular. Si la velocidad es medible mediante la distancia sobre el tiempo el resultado podría ser bien un vector constante, no lo fue, el desplazamiento lo hemos medido de otra manera: la única constante ha sido la distancia, el tiempo paulatinamente se torno contratiempo, la velocidad es una ecuación corporal y de tal manera exige otros componentes: el cansancio y la energía, el sol, la neblina, la lluvia, el frío, el viento, la gravedad en las subidas y en la bajadas, el alimento y el agua, el agotamiento y la enfermedad, el trabajo en equipo y los momentos de libertad en el acotamiento de las carreteras, el rugido de los motores aledaños y el silencio de la tierra deshabitada, el estrés y la alegría. La búsqueda, los estados y límites personales.
Así las cifras no pueden inaugurar hechos quizá mas inverso, los hechos inauguraron cifras de tal manera que llegamos en el momento exacto de nuestra llegada.
Sierra, altura, planicie, sol-neblina, desierto, ciudad, dejar a las espaldas tres volcanes, bordear, controlar la respiración y el movimiento. Peregrinar, desplazar o trasladar. Transcurrir 539.5 kilómetros sin perder el equilibrio. De la salida a la llega el cuerpo se modifica se compone o descompone porque la fisiología cambia la piel se quema y se escama, los músculos se tensan, los nervios se amotinan, ciertos ojos y ciertas miradas se irritaron, la garganta seca, los labios partidos, el dolor de la espalda hasta el colapso corporal. Cinco días de las 6 de la mañana hasta que obscurezca; un autobus recorre lo mismo en 7 horas. Nuestro transporte también adolece: llantas ponchadas, pedales rotos, frenos descompuestos, el metal también chirrió.

Partimos porque avanzamos; avanzar fue salir y entrar sobre las rutas, salir y entrar de los cerros, de los arboles, del bosque, de las piedras, de las rocas, de las curvas, de las rectas, de los nopales y magueyes. El lenguaje del paisaje se amplió e implicó nuestro nombre, estuvimos dentro y fuera, avanzando hacia el frente. La comparación del paisaje mediante el cuerpo lo hace mas real mas infalible, se verifica la magnitud de cada objeto y la propia. El horizonte a medida que avanzamos se diluye o adopta facciones cercanas. Al final hubo una forma de comprobar la distancia mediante el kilometraje, el saldo ya es conocido: 539.5 kilómetros ¿entre qué? ¿dónde? ¿cuál? El acto estuvo montado sobre esa distancia en primera instancia porque fue el soporte del viaje, aún así la relación de las escalas propicia una nueva lectura: 539.5 km de paisaje, 539.5 km de territorios, 539.5 km de traslado, de sed, de hambre, de cansancio, de ausencia, de presencia, de riesgo, de nosotros mismos o entre nosotros mismos.

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